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Resfriados, Otitis y Conjuntivitis

Publicado en5 años hace

RESFRIADOS, OTITIS Y CONJUNVITIS

En los primeros meses, el niño goza aún de las defensas que su madre le transfirió durante el embarazo y no tiene por qué resfriarse más que ella, sobre todo si los que le cuidan tienen presente que la principal vía de contagio de los resfriados y de la mayoría de infecciones no es el aire, sino las manos, por lo que no basta con evitar respirar y toser encima del niño, sino que cualquier persona resfriada (o que haya limpiado los mocos a un niño acatarrado) debe lavarse bien las manos antes de tocar a un bebé.

RESFRIADOS

Son, a todas las edades, las infecciones más corrientes y aunque sus manifestaciones clínicas son bastante similares, pueden variar la duración, intensidad y localización de las molestias que ocasionan, dependiendo del virus que los produce, pero también de la propia naturaleza y sensibilidad del niño. Estornudos, mucosidades, obstrucción nasal, malestar, quizá fiebre y tos, primero seca e inútil y luego más húmeda y productiva, componen el conjunto de síntomas de unos procesos que, salvo complicaciones, no requieren más tratamiento que el alivio de sus síntomas.

SÍNTOMAS

Estornudos

Son el heraldo de los resfriados y el signo más evidente de la actividad de los virus que los causan.

Algún estornudo aislado sólo es una muestra de la sensibilidad de la mucosa nasal de los bebés.

Mucosidades

Inicialmente transparentes, poco a poco se espesan y se vuelven amarillentas, siguiendo luego el camino inverso en un plazo de 8 o 10 días.

Si persisten amarillas más de 10 días consecutivos, podrían indicar una sobreinfección por bacterias.

Obstrucción nasal

Junto con la tos, es el síntoma más molesto de los resfriados, especialmente para el bebé, que cuanto más pequeño, menos sabe respirar por la boca.

Es debida a la mucosidad que llena las fosas nasales, pero también al edema o hinchazón de sus paredes, que no puede resolverse por más suero fisiológico que se emplee.

Ronquidos y ruidos nasales

No es raro que a raíz de un resfriado, un bebé se pase semanas respirando ruidosamente, sin que el suero logre el silencio. Unas fosas nasales algo estrechas y quizá el aumento de tamaño de las vegetaciones adenoideas ocasionado por el catarro pueden ser los responsables de este problema, que debe ser valorado por el pediatra, pero que en muchas ocasiones sólo requiere tiempo.

A veces, sólo roncan porque se les ha acumulado moco en la garganta, sin ni siquiera estar resfriados, con lo que un cambio de posición suele bastar para que cese el ruido.

Tos

La más benigna y útil es la tos blanda con la que el bebé se limpia la garganta de mucosidades, pero es normal que la faringe y la tráquea participen más o menos discretamente de los resfriados y su irritación produce una tos seca que puede llegar a ser muy molesta. Siempre que la tos despierte al bebé, es conveniente que el pediatra le ausculte.

Como los estornudos, algún golpe de tos aislado carece de significado y muy pronto aprenden a provocarlo para llamar la atención.

Respiración ruidosa

Cualquier resfriado puede provocar una bronquitis, que se manifestará por tos, dificultad para respirar y silbidos o ruidos en el pecho. Sin embargo, este último síntoma puede aparecer aunque el catarro se limite a la nariz y la garganta del bebé, porque los ruidos que se originan allí se transmiten a través de los bronquios y pueden oírse y hasta palparse en la pared torácica, exactamente igual que sucede con la voz, que se origina en la laringe pero que podemos oír y sentir poniendo la mano sobre el pecho. Si efectivamente sólo se trata de los llamados "ruidos de transmisión de vías altas", se oyen de forma intermitente y desaparecen cuando el bebé cambia la posición del cuello o se lo limpia con un golpe de tos. 

Con todo, si los ruidos aparecen insistentemente o existe sospecha de que el niño tenga dificultad para respirar, debe ser visto por el pediatra.

Fiebre

Cuanto más intensos sean los signos de congestión de las vías respiratorias altas, los estornudos y la obstrucción nasal, más razonable es que el niño tenga fiebre, incluso alta, pero a menos que los padres tengan ya mucha experiencia, la fiebre en un bebé de meses es siempre motivo de consulta con el pediatra.

TRATAMIENTO

Suero fisiológico

No es más que agua con cloruro sódico, pero a una concentración exacta que lo hace "isotónico" con los líquidos corporales, con lo cual resulta perfecto para lavar cualquier mucosa sin irritarla.

En tanto el niño no sepa soñar, el suero sirve para disolver y arrastrar sus mocos, y puede usarse tantas veces como se hubiera empleado el pañuelo. Hay varias presentaciones, cada una con sus ventajas e inconvenientes:

- Sueros de uso hospitalario. En frascos de medio litro, muy económicos, pero el suero debe extraerse cada vez con jeringa y aplicar con un cuentagotas que convendría renovar.

- Ampollas convencionales. Al ser más pequeñas, resultan más higiénicas que las botellas y también bastante baratas.

- Ampollas monodosis. De usar y tirar, cómodas e higiénicas, pero más caras.

- Aerosoles. Pulverizan el suero, con lo que su efecto disolvente será mayor. Pueden incluso aplicarse a cierta distancia, sin necesidad de tocar los orificios nasales del bebé. Bastante más caros.

Sea cual sea la presentación usada, es importante que el cuentagotas, el cabezal de la ampolla o el del aerosol sólo se apoyan en los orificios de la nariz, sin penetrar en su interior, porque fácilmente lesionar la mucosa nasal. Por eso mismo es muy peligroso aplicarlo con una jeringa.

Las fosas nasales comunican a través de la trompa de Eustaquio con el oído medio, que podría resultar dañado o recibir microbios si se intenta ajustar el aplicador para conseguir que el suero entre con mucha presión. Por el mismo motivo, es mejor no administrarlo con la cabeza hacia atrás (la trompa queda vertical y la mucosidad pasará al oído), sino de lado, en el orificio que queda arriba.

Peras y aspiradores de mucosidades

Con una pera de goma bien adaptada a los orificios nasales es posible obtener una presión negativa altísima y lesionar la mucosa nasal. Las de plástico no son peligrosas en este sentido, pero si su diseño no lo impide ya, hay que cuidar de que no entren en la nariz y soltarlos poco a poco.

Recientemente han aparecido unos artilugios con los que se succiona por un lado adaptando el otro a la nariz del niño y que incorporan un dispositivo desechable que, además de retener las mucosidades, limita la presión que se puede obtener.

Vapor ambiental

Mientras el bebé respire normalmente con la boca cerrada, no es preciso emplear vaporizadores para aumentar la humedad ambiental, pues su nariz, además de filtrar y calentar el aire, lo humedece para que llegue en condiciones óptimas a los bronquios.

En cambio, cuando las fosas nasales se hallan obstruidas y no es posible mantenerlas despejadas empleando suero fisiológico, puede ser útil el uso moderado de vapor frío.

Medicamentos

Las gotas nasales con medicamentos vasoconstrictores desobstruye casi inmediatamente la nariz, pero tienen un efecto rebote y además la lesionan, siendo especialmente peligrosas en los bebés. Por iniciativa propia, en la nariz sólo puede ponerse suero fisiológico.

Los antitérmicos son también analgésicos y pueden utilizarse para aliviar el malestar que ocasionan los resfriados aun en ausencia de fiebre. En los bebés, el más ampliamente recetado es el paracetamol en gotas.

Es posible que el pediatra recomiende un mucolítico para fluidificar las secreciones respiratorias, pero sin dejar de recordar que el mejor es el agua. Además, durante los resfriados, el bebé puede perder el apetito y cansarse al comer, pero necesita incluso más agua de la habitual, porque la pierde por la fiebre o al respirar por la boca, de modo que conviene darle de comer más a menudo y ofrecerle agua después de las tomas.

Los antihistamínicos, adecuados para tratar las rinitis alérgicas, resecan y disminuyen la producción de moco, y producen una somnolencia que puede resultar agradable para los adultos con síndromes gripales, pero están contraindicados en los bebés.

Los virus son insensibles a la acción de los antibióticos, que sólo se usan en las enfermedades causadas por ellos cuando se produce una sobreinfección por bacterias.

OTITIS

El oído medio, situado detrás del tímpano, comunica con las fosas nasales por medio de la trompa de Eustaquio, formando así parte de las vías respiratorias y siendo el lugar en el que se asienta la otitis media aguda, una de las infecciones más frecuentes de los niños, especialmente a partir de los seis meses, pero también posible en el bebé más pequeño.

Habitualmente, es la complicación de un resfriado. Los gérmenes que hay en las fosas nasales o la garganta alcanzan el oído medio a través de la trompa de Eustaquio y cuando el pus que se produce empuja la membrana del tímpano, aparece un dolor muy vivo que suele hacer llorar a gritos al niño. Si la presión aumenta, se puede llegar a perforar dicha membrana, con lo que el pus sale al exterior y cesa el llanto del bebé.

En algunas ocasiones, el proceso evoluciona muy rápidamente, de modo que no es extraño que los padres encuentren la oreja del niño manchada con una secreción amarillenta reseca y recuerden que horas antes había gritado durante unos segundos, sin que entonces encontrasen el motivo.

El llanto brusco en un niño resfriado es por tanto sospechoso de otitis, que el pediatra confirmará practicando una otoscopia. El dolor provocado al presionar en los oídos es un signo mucho más incierto y que sólo tiene valor cuando el simple roce del pliegue cartilaginoso que forma la parte anterior de la oreja ya les hace llorar.

A menos que se haya producido la perforación del tímpano, las gotas éticas no sirven para tratar las otitis medias, porque la infección esté al otro lado de la membrana. Si a veces pueden aliviar algo el dolor, es porque se aplican tibias y en otros tiempos, las madres trataban de calmarlo con unas gotas de leche, pero el tratamiento del dolor y de la infección debe hacerse por vía general.

CONJUNTIVITIS

Es la inflamación de la conjuntiva, que es la capa transparente que recubre la parte blanca visible del ojo (o esclerótica) y la cara interna de los párpados. Puede ser causada por bacterias o virus, pero también por irritantes físicos o químicos o por mecanismos alérgicos, aunque en el bebé esto último no es todavía posible. Las conjuntivitis infecciosas se manifiestan por enrojecimiento de la conjuntiva, lagrimeo y secreciones purulentas. Las más graves son precisamente las que puede adquirir el niño al pasar a través del canal del parto; para evitarlas, se les aplica a todos un colirio nada más nacer.

Es normal encontrar esporádicamente alguna legaña en el ojo del niño, que no requiere más que ser lavado con una gasa empapada en suero fisiológico, pero si la secreción es abundante o persistente, seguramente requerirá tratamiento antibiótico local, con las gotas o la pomada que el pediatra prescriba.

Cuando las conjuntivitis se repiten muy a menudo en un bebé, es muy probable que padezca una "dacrioestenosis", es decir, la estrechez del conducto a través del que las lágrimas desaguan en la nariz. En estos casos, el niño empieza a lagrimear continuamente a partir de las tres o cuatro semanas de vida (antes no produce lágrimas) y con mucha frecuencia aparece con secreciones purulentas que pueden indicar infección y requerir tratamiento.

El conducto se va canalizando con el paso del tiempo y sólo es preciso recurrir a la intervención del oftalmólogo cuando el problema persiste más allá de los 8 ó 10 meses de vida. La curación puede acelerarse por medio de unos masajes con los que se pretende forzar el paso de las lágrimas.

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